Hombre máscara

El hombre máscara era conocido en la zona aunque nadie verdaderamente lo había visto. Los vecinos se conmocionaron al escuchar los llantos y gritos desgarradores de la familia Pérez luego que la más pequeña de la familia, Camila, saliera como todos los jueves a jugar con los demás chicos del barrio pero no llegara a la merienda con su abuela Susana. Así comenzaron las misteriosas desapariciones de aquellos chicos y chicas que llenaban de vida y alegría las calles. 

¿Por qué se decía que nadie verdaderamente había visto al hombre máscara? Nadie que lo hubiera visto no había sufrido una misteriosa desaparición, cómo si la tierra se los hubiera tragado. 

Esto sucedió hasta que los vecinos, cansados de vivir con miedo y pérdidas, acudieran a la policía por respuestas. Allí mismo, en la comisaria mas cercana se encontraba una niña, desorbitada y con la mirada perdida en algún lugar oscuro, junto a su mamá quién relataba lo poco que había podido contar su hija entre balbuceos y llantos después de vivir lo que parecía ser, para los vecinos, un encuentro con el culpable de sus desvelos y heridas más profundas. 

La pobre niña, ahora traumatizada, pudo darle un inicio al cierre de las peores historias que las familias ahora rotas fueron obligadas a escribir. Sin embargo, la incógnita por ponerle una cara al villano de esas historias continuó porque aunque la pequeña había podido describir a la perfección las manos gigantes, siendo una el doble del tamaño que la cabeza de ella, no había podido más que describir al personaje de cualquier pesadilla de adultos o niños. Un hombre alto, que al tenerlo cerca, pudo notar que no solo no compartía las mismas características que cualquiera que se encontraba en la comisaria, sino que sorprendentemente era como un lienzo en blanco dónde debería encontrarse su cara. 

Sin ojos, nariz o boca fue él quién apagó las sonrisas de esa pequeña ciudad que jamás pudo volver a encontrarlas.